jueves, 18 de junio de 2015

Una nueva geografía política y económica(Historia)

Las guerras Napoleónicas

El primer cambio geopolítico en Europa ocurrió como consecuencia del expansionismo francés, que en poco tiempo se convirtió en un poderoso imperio con gran influencia en Europa y América, al propagar las ideas de la Revolución Francesa. Así se dio el surgimiento del nacionalismo y se crearon las condiciones favorables para la independencia de las colonias americanas de España y Portugal.

Las demás potencias europeas, preocupadas por la expansión de Francia y la propagación de los ideales revolucionarios en los territorios dominados por Napoleón, en 1803 formaron una alianza: Austria, Rusia e Inglaterra, para detener el peligro francés. Napoleón sufrió entonces algunas derrotas; la más grave fue la batalla naval de Trafalgar (1805) contra los ingleses, que estableció la supremacía británica en los mares durante todo el siglo XIX.


El periodo napoleónico se caracterizó, además, por un importante desarrollo cultural en Europa ante el estímulo de nuevas ideas y cambios políticos. El Código Civil napoleónico reformó el derecho moderno y aun es el modelo jurídico y administrativo del mundo occidental. Las reformas napoleónicas abarcaron, incluso, las normas de tránsito y el sistema de pesas y medidas, y fue trascendente la adopción del sistema métrico decimal, que se propagó desde 1799 y que es actualmente el más usado en todo el mundo.

La invasión francesa a España

En 1795 Carlos IV de España estableció relaciones con el imperio francés para atacar a Inglaterra. La derrota naval de Trafalgar fustró este intento y despertó sentimientos antifranceses. En respuesta para asegurar la lealtad española, Napoleón envió un ejército que ocupó el país en 1808, con el pretexto de atacar desde allí a Portugal, aliado de los ingleses.
El rey cedió el trono a su hijo Fernando VII, a quien Napoleón obligó a renunciar y nombró rey de España a su hermano José Bonaparte. El hecho ocasionó levantamientos populares en todo el territorio español. El poder legítimo fue asumido por la Junta de Cádiz,  que en 1812 convocó a las Cortes del Reino para solucionar la crisis política.

En España, José Bonaparte era llamado Pepe Botella por su supuesta afición al alcohol. Gobernaba únicamente donde las tropas napoleónicas controlaban el territorio entre protestas de los españoles que no querían un rey puesto por el invasor francés que, además, apoyaba leyes reformistas inspiradas en la Revolución Francesa. Bonaparte era un hombre de la Ilustración y por eso, con el apoyo del ejército de su hermano, impulsó algunas reformas urbanas como abrir plazas públicas, por esa razón en Madrid lo llamaban también Pepe Plazuelas.

La situación dió un giro en 1814, cuando París fue ocupada y Napoleón, desterrado. Fernando VII recuperó su trono e impuso de nuevo el Absolutismo, negando las reformas liberales procamadas en Cádiz, y buscando asegurar la lealtad de sus súbditos en América.

Las independencias americanas

La abdicación de Fernando VII en 1808 desató una crisis política en todos los territorios españoles. Al inicio se registraron levantamientos en defensa de la legitimidad de Fernando VII contra el rey impuesto, José Bonaparte. Así, en 1810 se crearon juntas populares en diversas ciudades como Caracas, Bogotá, Buenos Aires y Santiago de Chile. En Nueva España, la colonia española más importante, ocurrió el levantamiento popular encabezado por Miguel Hidalgo y Costilla.

En 1814 se dio una gran desilusión, pues al volver el rey,en vez de aprobar las reformas, impuso de nuevo el absolutismo. La situación animó a los líderes de los movimientos americanos a proseguir su lucha con un nuevo objetivo: la independencia.
Los movimientos de independencia en las colonias americanas se desarrollaron en distintos momentos en el vasto territorio del Imperio Español.

En una primera fase, de 1810 a 1814, ocurrieron levantamientos antifranceses y legitimistas, en los que participaron tanto los criollos republicanos como quienes apoyaban a la monarquía.
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En la segunda fase, de 1814 a 1820, Fernando VII envió tropas para restablecer el orden e imponer las normas absolutistas en sus dominios; sin embargo, pronto ordenó su regreso a España para luchar contra los liberales.

Los nuevos Estados se dieron un régimen republicano, excepto México, que fue imperial hasta 1823. De manera sucesiva se abolieron la esclavitud y el tributo indígena, pero se llegó a una completa igualdad ciudadana, pues la clase dirigente estuvo formada por criollos, mientras que los indígenas y mestizos siguieron ocupando los peldaños más bajos de la pirámide social. Los nuevos Estados, además, debieron enfrentar problemas ante la falta de un modelo político a seguir y el debilitamiento de sus economías.

El Congreso de Viena y la Santa Alianza

Tras derrotar a Napoleón, Rusia, Inglaterra, Austria y Prusia, buscaron restaurar la situación anterior a 1789, es decir, el régimen absolutista e impedir la propagación de las ideas liberales. La Restauración se inició en 1815, a partir del Congreso de Viena, en el que se decidió el futuro de Europa.

El Congreso, celebrado el 1 de octubre de 1814 al 9 de junio de 1815, significó el encuentro internacional de representantes de las potencias europeas en las guerras napoleónicas cuyo objetivo era restablecer las fronteras y reorganizar la política del Antiguo Régimen.
En 1816 el zar Alejandro I propuso la formación de una Santa Alianza para mantener el orden y la paz en Europa, evitando que volvieran a brotar focos revolucionarios. A esa alianza se unieron Prusia y Austria, y posteriormente Francia y España, donde se restauró la monarquía de los Borbón.

Las revoluciones de 1830 y 1848

Después de los movimientos de 1820 ocurrieron dos revoluciones importantes, la de 1830 y la de 1848, animadas por ideas democráticas y nacionalistas, así como por el descontento ante las nulas o lentas reformas liberales, el crecimiento de los sentimientos nacionales, la ambición de la burguesía por ampliar su influencia política y la insatisfacción de la naciente clase obrera debido a sus condiciones de vida y de trabajo.

La revolución de 1830 comenzó en Francia con la llamada Revolución de Julio, que llevó al trono a Luis Felipe I y dio inicio al periodo conocido como Monarquía de Julio. El movimiento se propagó a Bélgica, que declaró su independencia; a Alemania y a Italia, donde iniciaron los procesos nacionalistas para unificar los países. También se extendió a Polonia y el Imperio Austriaco, como expresión de los nacionalismos de las minorías nacionales. Sin embargo, la intervención de la Santa Alianza logró apagar los brotes de insurgencia en todos los países. 

En 1848 inició el movimiento más importante desde la Revolución Francesa que, por su carácter nacionalista y liberal, se denominó Primavera de los Pueblos y abarcó toda Europa; se inició en Francia y luego se difundió rápidamente hacia el centro y sur de Europa durante la primavera de ese año. Su expansión fue favorecida por el desarrollo de nuevas tecnologías de comunicación como el ferrocarril y el telégrafo, y por el crecimiento de la clase obrera, y de la burguesía en el ámbito de la Revolución Industrial.

El nuevo colonialismo en África y Asia

Las nuevas condiciones políticas vigentes en Europa después de la derrota de Napoleón sentaron bases para una nueva etapa de expansión europea en África y Asia favorecida por el crecimiento del capitalismo, ante la necesidad de asegurar los mercados, dirigir las inversiones y abastecer de materias primas a las industrias en las metrópolis.

Los ingleses consolidaron su dominio en India y fundaron nuevas colonias en Australia y Nueva Zelanda, donde se asentaron colonos de las islas británicas. Los franceses, por su lado, ampliaron su dominio en Indochina.


Los territorios que cayeron bajo el dominio europeo fueron controlados económicamente mediante préstamos, inversiones y acuerdos comerciales. El control inglés sobre India se consolidó gracias al ferrocarril, mediante el cual se movían tanto materias primas como productos manufacturados. China fue derrotada en dos guerras colonialistas y debió aceptar el comercio Europeo, que incluía la venta masiva de un producto tóxico: el opio.
Por este hecho, las dos guerras colonialistas en China se llamaron las Guerras del Opio (de 1839 a 1842 la primera y de 1856 a 1860 la segunda). Ante la debilidad de China y las oportunidades de expansión, a Inglaterra se sumaron Francia, Rusia, Alemania y Japón.

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